La rana de bosque o rana de madera (Lithobates silvacus) segrega su propio anticongelante para impedir helarse por completo.
Durante el invierno, entre un 45% y un 65% de su cuerpo puede congelarse y convertirse en hielo: cristales de hielo que se forman debajo de la piel y se mezclan entre los músculos y el esqueleto del cuerpo. Mientras se congela, la respiración de la rana, el flujo de la sangre y los latidos del corazón cesan...¡es como si la rana muriese! La rana aun así puede sobrevivir congelada a ¡-4º C!
Cuando suben las temperaturas, se descongela primero el corazón, para que la circulación se reactive y así evitar daños en los demás órganos conforme se descongelan, y poco a poco la rana empieza a moverse y a comer con naturalidad.
Pero esta rana no es el único animal que puede realizar esta hazaña, otras tres especies de rana norteamericanas, entre ellas la rana gris de Canadá, también pueden congelarse. Algunas especies de salamandra, reptiles, peces e insectos también se congelan para sobrevivir a las heladas.
En la fantástica novela Guerra Mundial Z hablan de los zombies congelados que vuelven a revivir en primavera con el deshielo, y me he acordado de la rana congelada. Sus células no se destruyen con los cristales de hielo porque están saturadas de azúcar, que actúa como anticongelante.
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